¿Chimpancés o Bonobos?

por Ricardo Czikk 
Miembro de la Comisión Directiva de ADRHA

Franz de Waals, un prestigioso investigador quien ha estudiado el comportamiento de los grandes primates, ubica el comportamiento humano en algún lugar en el camino entre los Chimpancés y los Bonobos. Los primeros se caracterizan por una estructura de dominación en que un macho alfa se impone y mantiene a raya a su grupo por medio del poder físico. Los otros, Bonobos, poseen una llamativa estructura matriarcal y resuelven sus tensiones internas de una manera más que interesante: haciendo el amor. Nosotros, según el mismo pensador, estaríamos definidos por una suerte de equilibrio comportamental entre ambos extremos.

Lo anterior nos puede llevar a la pregunta acerca la esencia del ser humano: ¿es naturalmente bueno o malo? ¿guerrero o pacífico? ¿Precisa ser dominado o puede tramitar sus conflictos haciendo el amor y no la guerra? La pregunta en sí misma plantea un problema: no existe algo natural en el hombre, ya que se trata un ser cultural, que habita en sociedades simbólicamente regladas. Es muy difícil creer que exista algo que podamos llamar su esencia. Un famoso etólogo llamado Konrad Lorenz, sostenía que era injusto decir de los animales fueran violentos. Los comportamientos animales se hallan dictados por varios instintos, uno de ellos es el agresivo. En el acto de demarcar un lobo su territorio, puede entrar en una lucha a muerte, pero si uno de los dos animales marca con sus colmillos el cuello del otro sin matarlo, le ha impuesto su victoria y deja retirar al vencido. En cambio los llamados seres inteligentes, habiendo repelido una invasión a su territorio, pueden perseguir al intruso hasta su muerte, por más que el rendido haya cejado en su intento y haga flamear la bandera blanca. Las guerras muestran estas conductas asesinas y violentas, como la limpieza étnica de la que fuimos testigos azorados hace pocos años en los Balcanes, o la cruenta África subsahariana en permanente estado de guerras a muerte, entre tribus que reclutan niños para sus campañas homicidas. Una vez que la debacle se desata, los ciclos de venganza y reparación pueden ser imparables.

Rousseau creía en el buen salvaje, Hobbes en el hombre como lobo del hombre, pero ambos confluían en el poder del Contrato Social, del Estado al que se le delegaba el poder del individuo para que éste reglara y regulara la vida social. Y desde ese ideal iluminista, devenido romántico, se forjaron las modernas organizaciones de empleo. Estas asegurarían al individuo, que cede parte de su autonomía, una retribución o paga al mismo tiempo que un trato que debería ser equitativo. De esta idea de contrato, que tiene forma legal, derivarán ideas como la del contrato psicológico, que es el conjunto de necesidades expectativas e intereses que deposita un individuo en la organización, pero que no se hallan explicitadas o el contrato social comunitario, que incluye la llamada RSE, que involucra un comportamiento responsable hacia los colectivos en los que la organización realiza su actividad productiva.

Trato y Contrato excluyen al maltrato, que implica las formas de explotación más diversas, desde las condiciones indignas que pueden observarse en trabajos de baja calificación, hasta una de las que más horror nos generan, como es el trabajo infantil. No olvidemos que muchos de nosotros hemos calzado y vestido atuendos deportivos que nos hacían sentir verdaderos atletas, pero que tenían en sus costuras las marcas de niños explotados en países como Tailandia. Nuestro país no es ajeno a ello y tiene organizaciones públicas, así como del tercer sector, dedicadas a combatirlo. Existe un día internacional para recordarnos de este flagelo que es el 12 de Junio, por lo que el día 13 estaremos realizando nuestro 8vo Congreso Nacional, bajo la idea de Contrato y Buen Trato.

¿Será que, en cuanto puede, el hombre se come al hombre como si fuera un lobo? Chimpancés o Bonobos, el contrato es la forma en que el lazo se hace social y nos diferencia del animal. Aunque no siempre esa diferencia esté plenamente garantizada. Con todo el respeto que le debemos a los animales.

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