por Ricardo Raisman
“La mayor parte de los accidentes se producen por actitudes inseguras”. Tal vez esta sea la frase más escuchada y referencial, a la hora de evaluar la seguridad en las organizaciones. Hasta aquí, nada nuevo.
Entonces, ¿por qué hay trabajadores que se expone al riesgo, cuando la empresa realiza múltiples acciones, capacita a su personal y difunde mensajes preventivos?
El problema no radica en los programas preventivos de seguridad, sino en cómo el trabajador percibe a la empresa. Cuáles son sus patrones culturales. Y en función de estos, actúa.
Es decir, por lo general, no hay una dificultad en el conocimiento de las normas: la mayoría sabe cuál es la velocidad límite de circulación o si se debe usar casco, pero se omiten las normas cuando la percepción colectiva es que la empresa permite la evasión.
Para cambiar estas percepciones es necesario trabajar sobre cinco lineamientos que permiten revisar el verdadero lugar que ocupa la seguridad en la empresa; y las fuerzas que operan sobre el factor humano para la generación del valor preventivo.
El ejemplo
Todas las organizaciones, de una u otra forma, poseen una estructura piramidal. Están quienes se encargan de realizar el trabajo y quienes los administran. Los encargados de administrarlos, son los líderes, y como tales deben dar el ejemplo. Todas las acciones que realizan son observadas con mucha atención. Y en materia de seguridad, las conductas de los superiores son determinantes. Sobre todo cuando se trata de un desvío. ¿Con qué autoridad un jefe puede poner límites, cuando él mismo no los respeta?. La suma de actitudes ejemplificadoras refuerza el mensaje preventivo.
La aplicación de las normas
Tan importante es escribir las normas, como hacerlas cumplir. Como principio, una norma mal formulada, mal redactada o inaplicable, es uno de los aspectos que más debe cuidarse. Sin embargo, suele ser uno de los errores más comunes que se comenten en las organizaciones. Establecer las normas en conjunto con los trabajadores las hace más certeras. Y revisarlas sistemáticamente permite mantenerlas activas y modificarlas apropiadamente frente a los cambios. Del mismo modo, auditar su cumplimiento y priorizarlas, les otorga jerarquía en la cadena de valor perceptivo.
La coherencia
Lo que se dice y lo que no se dice. Lo que se hace y lo que no se hace.
Es muy común encontrar discursos que posicionan a la “seguridad primero”, por encima de la producción, la calidad o los costos (Safety Firts). Justamente, sobre el posicionamiento hay que trabajar para generar un verdadero cambio. Se trata de crear un entorno de comunicación confiable y creíble, donde lo que se dice es coherente con lo que se hace. Y reconocer que tanto los silencios, como la inacción, también comunican.
El reconocimiento y la sanción
El comportamiento seguro (o inseguro) de los trabajadores es responsabilidad de la empresa. Que una organización sea estricta en sus modos gestión, operación y control, no implica que deba usar la sanción como mecanismo correctivo de las conductas de sus trabajadores. No hay reglas únicas para encarar políticas de sanción y reconocimientos. Cada organización debe estudiar sus propias raíces, carácter y cultura interna, para luego establecer el mejor programa de reconocimientos y “castigos”, que le resulte más apropiado para ese momento. Algunas organizaciones necesitan corregir desvíos con rigor jerárquico, haciendo uso de sus “leyes”; mientras otras más maduras, pueden activar sanciones sociales (entre empleados). Lo primordial es poner en valor a la seguridad.
El contexto
El medio condiciona el mensaje. Es importante elegir los interlocutores y segmentar los públicos considerando a los trabajadores, pero también a los clientes, proveedores, las familia, entre otros. Los propósitos discursivos de seguridad deben ser únicos, aún cuando los mensajes cobren distintos sentidos según los escenarios (político, institucional, económico, etc.). Es por eso que el alcance y la singularidad de la comunicación deben ser controlados con precisión. Cuando se trata de mensajes de seguridad no alcanza con llegar a las mayorías, hay que formular estrategias que busquen persuadir al 100% de la población definida.
Algo sucede en las organizaciones. Mientras todas tienen argumentos para demostrar sus trabajos a partir de la política de seguridad (que enuncian prácticamente lo mismo), en el país mueren casi 1000 trabajadores al año, se registran 700.000 accidentes y enfermedades laborales (9 % de los asegurados) y se pierden 500.000 días de trabajo.
Se puede tomar conciencia para actuar, o actuar con conciencia. Cualquiera sea la motivación para pensar en seguridad, la vida de todos estará agradecida.
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